Por Margarita Suárez

A través de una carta dirigida al Tribunal de Bogotá, el expresidente Álvaro Uribe Vélez renunció a la prescripción de su proceso penal que lo implica en presunta manipulación y presión a testigos, soborno en actuación penal y fraude procesal. Todo un prontuario de acusaciones que pretenden poner a Uribe en el nivel de un delincuente, equiparándolo con los verdaderos pillos, para así borrarlo del mapa. Los pájaros tirándole a las escopetas. Pero el ex presidente no se rinde ni acepta el camino fácil. Ha solicitado por escrito en una carta concisa, sin rodeos, ni alargues innecesarios, que su caso se resuelva en su totalidad, sin acudir a atajos, es decir sin aceptar una fórmula que lo beneficia pero que no dejaría clara su inocencia. Con esta solicitud corrobora su personalidad de hombre íntegro, gallardo, frentero y valiente, incluso poniéndose en los zapatos de los Magistrados del Tribunal, entendiendo que, en dos meses, que es el tiempo que tienen para resolver su situación, sería imposible revisar el voluminoso expediente. El mediático proceso contra Uribe ha sido largo, de muchos años, dentro del cual terminó condenado en primera instancia a doce años de prisión, fallo que fue apelado y cuya instancia debe ser resuelta antes del 16 de octubre de 2025, fecha en la que prescribe la acción penal, que podría clausurar su caso. “Renuncio a la prescripción porque mi intención es demostrarle a Colombia mi inocencia y la necesidad de un análisis sereno de la evidencia presentada en el juicio”, dijo Uribe. Al renunciar a la prescripción, los Magistrados tendrían dos años para estudiar a fondo su caso y resolverlo. En conclusión, el expresidente lo que hizo fue renunciar al camino fácil, a la salida segura, para que el proceso culmine en su totalidad y se permita un escrutinio completo de las pruebas presentadas. En otras palabras, no quiere una salida cobarde, sino que se sepa la verdad de su inocencia. La ley ofrece la prescripción como un derecho, pero el expresidente considera que el verdadero derecho es el de ser juzgado a fondo, estudiando las pruebas como debe ser. Clama a gritos que se le juzgue de frente, con la ley, con la conciencia. Queda claro que no busca impunidad sino claridad. Es su talante.